Tomiño. Pontevedra.
Para
hablar de lo que significa criar sin castigar lo primero que tenemos
que saber es a qué nos estamos refiriendo. Porque lo cierto es que
muchas personas dicen que no castigan cuando en realidad lo que quieren
decir es que no pegan a sus hijos, o que no les encierran en una
habitación hasta que se les pase el “berrinche”. Pero la realidad es que
se castiga y mucho, porque es lo que sabemos hacer, es lo que hemos
aprendido, es lo que nos han enseñado y nos cuesta mucho encontrar
alternativas.
Un
castigo es una herramienta de modificación de conducta. ¿Qué quiere
decir esto? Más allá de lo que quiera decir a nivel psicológico o
pedagógico, el hecho de que sea un medio para conseguir un fin es muy
importante. Es decir, por mucho que nos
intentemos convencer de los contrario, un castigo no es el resultado de
una mala acción, sino que es una acción que se realiza con el objetivo
de conseguir un resultado; no es un porque, es un para qué.
Utilizando un lenguaje
psicopedagógico, un castigo consiste o bien en la aplicación de un
estímulo negativo o en la retirada de un estímulo positivo con la
intención de modificar o extinguir una conducta determinada en un
sujeto. Por ejemplo, dar un cachete es aplicar un estímulo negativo,
cancelar la visita al zoo que teníamos esta tarde es retirar un estímulo
positivo. Pero ninguna de ellas es mejor (ni peor) que la otra, ambas
se basan en el mismo proceso psicológico: conseguir que la conducta que
no nos gusta tenga una consecuencia desagradable y por lo tanto, la
persona (en este caso el niño) acabe por dejar de realizarla.
Es
necesario aquí distinguir un castigo de una consecuencia lógica.
Primero porque, como comentaba antes, un castigo no es una consecuencia,
sino una acción en sí misma. Y segundo, porque otra de sus
características es que es arbitrario, es decir, puedo elegir cualquier
estímulo como castigo, esté o no relacionado con la conducta que quiero
modificar. Por ejemplo, si no te comes las lentejas, no verás la tele.
No hay conexión entre comer y ver la tele. En cambio, una consecuencia
lógica es algo que no estamos imponiendo para modificar una conducta
que a nosotros nos desagrada, sino que es algo que es inevitable.
Ejemplo, si no dejas de asomarte a la ventana del 6º piso tendré que
cerrarla… En este caso sí es una consecuencia, y se deriva directamente
de la actividad que se está desarrollando que puede, por ejemplo,
suponer un peligro potencial.
Pero
volvamos a los castigos. Funcionan. Los castigos funcionan. Son
fáciles de aplicar y sus resultados se obtienen con relativa prontitud.
Entonces… por qué algunos padres, madres y profesionales abogamos por
una manera de criar y educar sin castigar??
En
primer lugar porque, como ya he comentado, los castigos son una
técnica de modificación de conducta, y me pregunto en muchas ocasiones
si estoy legitimada para modificar la conducta de nadie desde el
exterior, otorgándome la potestad de decidir desde fuera lo que está
bien y lo que está mal. Nuestros hijos pueden comportarse de una manera
que nosotros no esperamos, que no compartimos, que no utilizaríamos,
pero normalmente esa conducta no es gratuita, no está ahí para molestar
(ni a nosotros ni a otras personas), sino que probablemente tenga
alguna función (el niño nos manifiesta su malestar por alguna cuestión
física o emocional –le duele la pierna, está disgustado porque su amigo
no ha podido venir a comer, está enfadado porque ha tenido que ir a
clase de piano en lugar de quedarse a jugar al fútbol-, el niño puede
no conocer las consecuencias de alguna de sus actividades –puede no
saber que ese jarrón que está usando para hacer experimentos de barro
es una herencia de la bisabuela, puede no entender que nos duela
horrores la cabeza- o simplemente tiene una necesidad que nos está
comunicando… sueño, hambre, sed… o atención)
En
segundo lugar, porque con un castigo no profundizo en la comprensión
de la conducta que quiero modificar o eliminar. Es decir, el niño no
aprende que hablar o cantar o gritar GOOOOL mientras mamá habla por
teléfono hace difícil la comunicación de mamá… entiende que si mamá
habla por teléfono mejor callarse porque si no me echan fuera, o me
gritan para que no grite yo, o incluso me dan un cachete si protesto
porque lo que tenía que decir era importante. ¿He aprendido algo sobre
el respeto a los demás, sobre respetar los tiempos, espacios,
conversaciones de los otros? O he dejado de hacer algo por miedo a las
consecuencias?? He aprendido a tener miedo??? En este sentido, nos
volvemos cada vez más dependientes de los demás, dejando de ser capaces
de reconocer por nosotros mismos lo adecuado o inadecuado de nuestras
acciones, y basando nuestra manera de comportarnos en la aprobación o
desaprobación externa. Como motivación, bastante deficiente… como estilo
de vida, casi lamentable.
Me
gustaría hacer una mención especial a los premios y recompensas. Al
flan de postre si te comes las verduras, a la chuche si acabas los
deberes o a la pegatina con sonrisa si no protestas en todo el día. Los
premios y recompensas son la otra cara de los castigos. Funcionan de la
misma manera, aunque parezcan mucho más amables. También ponen el
acento fuera de la conducta, y también nos hacen depender de los
componentes externos para funcionar. Pero además, los premios tienen un
agravante… y es que a medida que los niños crecen deben ir
incrementándose en cantidad y calidad, pues a ningún adolescente le
haremos recoger su habitación prometiéndole una pegatina.
Ahora
bien, qué alternativas tenemos para criar y educar a nuestros hijos?
Cómo podemos educarlos, criarlos, sin recurrir al castigo, al chantaje
y/o a la amenaza. Básicamente, comprendiendo.
Comprendiendo
en primer lugar que los niños tienen unas necesidades, unos tiempos y
un uso del espacio diferente al de los adultos.
Comprendiendo que no existe una manera estándar de hacer las cosas, que lo que está bien y lo que está mal es relativo.
Siendo
sinceros con nosotros mismos y preguntándonos por qué no estamos
permitiendo cierta conducta, si es una cuestión realmente importante o
es algo que se hace así porque siempre se ha hecho así.
De
esta manera encontraremos muchos menos motivos de conflicto con
nuestros hijos, y ellos se acostumbrarán a que cuando una cosa no puede
ser, cuando negamos algo, cuando pedimos algo, cuando posponemos algo,
será por una razón verdaderamente importante. Es mucho más fácil
aceptar que no se puede hacer una cosa que aceptar que no se puede
hacer casi nada, y entonces no es necesario recurrir a ninguna técnica
educativa, psicopedagógica coercitiva pues los niños entienden simple y
llanamente que no todo puede ser.
Por
otro lado, es importante hablar con nuestros hijos. Dialogar y
entender sus motivaciones. Y en ocasiones, cuando tienen razón, ceder.
Ceder a su petición, a su comportamiento o incluso a su mal humor
(bastante tienen a veces con aceptar que no es posible hacer algo para,
además, aceptarlo de buen grado). Ceder nosotros es la manera de
enseñarles a ceder ellos. Reconocer que nos equivocamos es la manera de
enseñarles a reconocer los errores.
Este
camino es difícil. Es más lento. Pero os aseguro que es infinitamente
más gratificante. Increíblemente más divertido. Y por si alguien lo
duda, también funciona.
Este texto lo ha compartido con nosotras Nuria Otero, licenciada en pedagogía y psicopedagogía. Orientadora familiar y doula. La puedes seguir en su blog http://nuriaotero.blogspot.com.es/
Qué difífil tema.
ResponderEliminarYo creo que todo se puede hacer si se hace con equilibrio y cuidado.
Por otro lado, lo de quien somos nosotros para modificar su conducta, no hay que verlo desde una posición absoluta e intrusiva, (como tanto se ha hecho y se hace) de "el padre tiene siempre razón y el niño no sabe nada", si no que el adulto, la mayor parde de las veces, parte de una experiencia, conoce las normas sociales (no hablo del quedar bien, hablo de la urbanidad) y puede ayudar y guiar a su hijo a aprender de mejor manera.
La modificación de conducta no es solo lo que vemos en la tele, es mucho más. Quedarse solo en "te quito el postre" me parece muy simple, y ojo, no lo digo por la autora, comprendo que así es lo que piensa mucha gente y ella lo ha trasladado a su blog.
Guiar a los niños para conocerse mejor y ser felices en este mundo toda su vida es lo que buscamos todos.
Y eso se logra con un poco de allí, un poco de allá y personalizando siempre la atención a cada caso.
¡Un beso!