Tal vez tengamos mucha gente a nuestro alrededor o tal vez no. Quizás tengamos pareja
o quizás no. Puede que tengamos hermanas, primas y amigas o puede que
no. Pero, sea como sea, cuando nos encontramos con nuestro bebé, el
primero, el segundo, el tercero... ¡qué más da!, de repente nos damos cuenta de que estamos solas
con nuestras decisiones. Solas con lo poco que sabemos de bebés, niños y
niñas, solas con lo que intuimos, con lo que nos contaron, con lo que
nos parece cierto y lo que nos parece mentira. Solas con lo que nos
aconseja nuestra madre, que poco o nada tiene que ver con lo que nos
explica nuestra suegra, que apenas se acerca a lo que recomiendan
pediatras, enfermeros, pedagogos con título o de los de salón. La
lactancia, cómo y dónde duerme el bebé, cogerle en brazos, cómo
llevarle... todo es un posible debate en el que nosotras, las madres,
debemos callar, escuchar y aprender.
Y es que, al convertirnos en madres, nos damos cuenta de todo aquello
que desconocemos. De todo aquello que deberíamos saber y no tenemos
forma de aprender y que haremos sobre la marcha, sin mucha información, o
sin ninguna, tirando de ideas preconcebidas o de opiniones ajenas.
Nuestra voz, nuestro instinto, está dormido. Porque casi ninguna madre cuenta a otras madres
que está sola y perdida, que nos equivocamos cien veces cada día y que
nos arrepentimos ciento una... casi todas nos ponemos una máscara de
normalidad y decimos "todo va bien". Y entonces, al hecho de estar
perdidas y sin saber qué hacer, se suma el hecho de sentirnos raras,
si a todas les "va bien" a mí me pasa algo, pero también callamos. Una
especie de pacto secreto que nos hace guardar silencio y no contar los
sinsabores, altibajos, decepciones, encontronazos que también tiene el
ser madre y que no eliminan lo bueno, pero existen.
Por eso, las mujeres y madres tenemos que re-organizarnos y volver a conectarnos unas con otras sin máscaras ni medias verdades. Volver a sentarnos juntas, mirarnos a los ojos y compartir espacios y tiempos. Lentamente y sin prisas, espacios y tiempos tan puérperos como nosotras mismas, donde no haya que ser otra ni hacer caso a consejos, sólo un lugar para desnudarse, callarse, mostrarse y sólo ser nosotras y nuestros bebés. Grupos de apoyo a la lactancia, a la crianza, redes de mujeres... los llamemos como los llamemos, son hoy más necesarios que nunca, porque nos devuelven, como un eco, nuestras propias preguntas con sus respuestas.
Por eso, las mujeres y madres tenemos que re-organizarnos y volver a conectarnos unas con otras sin máscaras ni medias verdades. Volver a sentarnos juntas, mirarnos a los ojos y compartir espacios y tiempos. Lentamente y sin prisas, espacios y tiempos tan puérperos como nosotras mismas, donde no haya que ser otra ni hacer caso a consejos, sólo un lugar para desnudarse, callarse, mostrarse y sólo ser nosotras y nuestros bebés. Grupos de apoyo a la lactancia, a la crianza, redes de mujeres... los llamemos como los llamemos, son hoy más necesarios que nunca, porque nos devuelven, como un eco, nuestras propias preguntas con sus respuestas.
Texto de Nuria Otero Tomera de la web: www.todomaternidad.com
La Asociación Maternidad y Crianza dispone de un grupo de crianza que se reune los martes por la tarde a partir de las 17.30h en el aula 6 del Casal Municipal de Benicarló.
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