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Este es un espacio de la Asociación Maternidad y Crianza de Benicarló (Castellón) desde el que queremos compartir con todos vosotros nuestra visión de la crianza con apego.
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martes, 23 de julio de 2013

Mis hijas NO van al colegio




¿Están locos? ¿Cómo van a tener a sus hijos encerrados en casa todo el día?, desde luego que no están preparados para educarles ellos, y ¿cómo van a socializar o aprender a convivir con otros niños? No pueden vivir en una burbuja, los niños les van a salir muy mal cuando sean mayores.

Estos comentarios y otros semejantes son los que hace más de nueve años le hacía yo a mi marido al respecto de una familia amiga que decidió no mandar a sus hijos al colegio y educarlos en casa practicando la opción conocida en muchos países como "homeschooling". Tres años después de los comentarios mencionados y antes de quedar embarazada por primera vez, éramos nosotros, Steve y yo, quienes decidiríamos pasar a formar parte de ese grupo de locos que contra corriente no llevarían a sus hijos a la guardería ni al colegio. En la actualidad estoy escribiendo un  libro sobre esta opción educativa no convencional pero que siempre se ha practicado y que está cobrando fuerza en España y otros países. Si Dios me da vida, en otros nueve años más no sé si me encontraré preparando otro libro de cómo enseñar, aprender y vivir al margen del sistema escolar con adolescentes, o de cómo cambiarte el nombre  y vivir en el anonimato para que no te reconozcan otros que educan en casa y te destierren y critiquen por el hecho de haber apuntado a las niñas a algún colegio.
Antes de continuar con este artículo me gustaría agradecer a Mari Carmen la invitación a escribir para este blogMaternidad yCrianza y darme una oportunidad de divulgar e informar sobre la educación en casa o en familia. Cuando me decía que el blog no tendría la misma audiencia que un programa que salió hace poco en un canal de TV española, le respondía que mejor. No me interesa la cantidad de gente que pueda verme, escucharme o leerme, sino la calidad y propiedad de lo que se expone y cómo se debate o comenta. Y si bien los medios de comunicación pueden catapultar una idea o alguien al éxito o al más profundo odio público, es mediante publicaciones locales, iniciativas pequeñas pero con personas con gran talento y aspiraciones, gracias a una amiga, un grupo, un libro, un artículo, una conversación, que vamos aprendiendo y abriendo nuestros horizontes sobre los temas infinitos que nos interesan a los humanos y a los que siempre buscamos dar respuesta. 

De vuelta al artículo diré que no pretendo convencer a nadie de que no escolarizar a sus hijos es la mejor opción del "mundo mundial" (como dicen los niños), ni tampoco pretendo demonizar o ridiculizar el sistema escolar porque para empezar yo misma fui a colegio, instituto y universidad, he ejercido y aún me considero profesora (maestra), y si bien hay muchos problemas y puntos cuestionables del sistema educativo en todos los países, y a pesar de que siempre digamos que cualquier tiempo pasado fue mejor (o que las escuelas de ahora no son ni una sombra de las de antaño), sé que hay muchos estudiantes en colegios, escuelas y centros que están formándose y aprendiendo con dignidad y solidez. De igual forma entre los que educan en casa siempre hay para quienes esta opción es el subterfugio  y la excusa perfecta para maquinar sus mezquindades y robarle al niño su derecho a la educación y a la felicidad.
Entonces, ¿qué es esto de no llevar a los niños al colegio? ¿Acaso pueden los pequeños y jóvenes crecer integrados, aprender a relacionarse, progresar académicamente, ser responsables y todo lo que aspiramos y deseamos para nuestros hijos sin pisar un colegio?

Para contestar, un poco de historia. Los colegios públicos de asistencia obligatoria promovidos gratuitamente por el estado son de origen relativamente reciente, aun así, para las dos o tres generaciones más recientes son con lo que han crecido y parece que hayan existido durante siglos. Antes de los colegios es posible que en su mayoría hubiera niños que no iban a clase, que no aprendían como definimos hoy en día la idea de aprender, niñas que se quedaban en casa haciendo las labores del hogar, hijos de familias pobres que nacían poco más que predestinados a continuar un trabajo mal pagado y duro, y unos cuantos privilegiados que tenían acceso a la preciada educación y con ella a los puestos de poder tanto política como económicamente. Incluso esos privilegiados no asistían necesariamente al colegio, eran tan acaudalados que se podían permitir tutores privados para los varones que así se asegurarían la pervivencia de unos valores, de una casta social, de un grupo al mando. Sería absurdo negar que la llegada de la educación pública y obligatoria no aportara diversos beneficios a la población de muchos países. Por poner un ejemplo, mi madre no terminó estudios básicos, ni mi padre el llamado instituto.  En mi familia mi hermana y yo completamos los estudios universitarios, mi hermano no, y a pesar de ello es quien gana mejor salario de los tres y ha viajado a más lugares con su trabajo. Me estoy desviando un poco, volviendo al meollo de qué es la educación y si se puede equiparar a la escolarización como muchos hacen, diré que la instauración de los colegios abrió las puertas a más gente de la que antes disfrutaba de la posibilidades a acceder a colegios y universidades y obtener títulos que les permitieran mejorar en la llamada escala social. De hecho se extendió tanto la educación vista como servicio provisto por los colegios que con las ventajas ha generado a su vez una mentalidad un tanto reduccionista que alega que los colegios son necesarios, primordiales para la educación de los niños y jóvenes, y que no hay forma de prescindir de ellos y “salir bien preparado” emocional e intelectualmente. En el pasado claro que había educación, lo que no estaba tan extendido era la escolarización. En el presente la educación vuelve a ser reivindicada en situaciones no exclusivas de los que proveen de escolarización. Lo que en su tiempo pudo ser una situación no ventajosa, la de tener que permanecer en casa y aprender lo poco o mucho posible en ella,  hoy se ha convertido en una opción viable y deseada por muchas familias que pueden brindar los beneficios de la escolarización y socialización a sus hijos sin necesidad de abandonar la casa cada mañana para asistir a un centro.
La idea de mantener a los hijos en casa aparece ante un sector muy amplio de la población como retrógrada, sectaria, sospechosa. Pareciera que el hecho de no llevarlos al colegio implicara negligencia o renuncia a adquirir una educación completa y equilibrada. Pero pensemos un poco. Primeramente pongamos la vista en los colegios. Si bien no pretendo demonizarlos como digo, seamos honestos. ¿Es cierto que los niños y jóvenes no tienen problemas en los colegios? ¿De verdad aprenden a convivir armoniosamente con sus compañeros? No podemos negar que la socialización es a veces mucho más precaria de lo que quisiéramos. El acoso escolar, los problemas emocionales y de conducta que existen nos indican simplemente que como sociedad todas nuestras estructuras son falibles, que los estudiantes y profesores, como grupo que vive en un contexto social y en un momento histórico, afrontan problemas como los que acosan cualquier otro frente como el trabajo, la familia, etc. Lo mismo se aplica al rendimiento académico. No todos los estudiantes se gradúan, completan los estudios, llegan preparados a la universidad. Y ahora miremos a los que educan en casa. Educar en la casa no quiere decir encerrarnos en el sótano y dormir de día como vampiros. Educar en casa no quiere decir prohibir a nuestros hijos las visitas de amigos, vestirlos diferente, darles de comer un mendrugo de pan o indoctrinarles para que tengan un credo o una afiliación política. No es llevárnoslos a una comuna donde van a vivir con un loco a cargo que los va a trastornar o incitarlos al suicidio colectivo. Educar en la casa no implica que la madre o el padre tengan que apuntarse a la universidad a distancia y sacar títulos en todas las materias para estar preparados. Educar en casa es simplemente aprender sin hacer acto presencial en un colegio.
Todas las madres y padres a lo largo de la historia han enseñado a leer a sus hijos en casa, aritmética, los oficios pasaban de padres a hijos, las niñas aprendían destrezas muy sofisticadas y muchas mujeres educaron así a sus hijas e hijos varones hasta que llegada una mayor edad continuaban con otros profesores o acudían a algún colegio o universidad. Hoy en día muchos padres ven cómo es posible proveer de las mismas ventajas del colegio en la casa, e incluso de ventajas adicionales para las que el colegio se les queda corto, es insuficiente, no les ha funcionado, prefieren no hacer uso de él. Cuando me encuentro con alguien que no está de acuerdo con esta opción me doy cuenta que en muchos casos tienen una idea en la cabeza y no han visto ni convivido con ninguna persona que no tenga a los hijos en el colegio. Se oponen intelectualmente pero no miran a los niños mismos o a los padres mismos, levantan este escudo o barrera argumental sin empíricamente darse la posibilidad de ver con sus propios ojos a las familias que componen este grupo. Otras personas no están de acuerdo con la mentalidad de los padres, y achacan estas diferencias de opinión sobre la crianza, los valores morales, las opciones de nutrición y salud,etc, y lo meten todo en el mismo saco y lo achacan al hecho de que como no llevan a los niños al colegio están criándolos mal. Es una total fantasía el pensar que por meterlos en un colegio los profesores van a conseguir que los niños adquieran unos valores y una conducta más en sintonía con lo que estos detractores tienen en mente que se acerca a su individuo “ideal”. En mis años de colegio me he encontrado a familias con unos esquemas familiares nada convencionales y en mi grupo de familias que educan en casa hay por el contrario familias bastante similares a las que optan por la escuela. Así que, como dirían nuestras abuelas, en los colegios y fuera de ellos hay de todo, como en botica.
En la actualidad un gran número de padres que educamos en casa formamos parte de grupos, estamos en contacto con otras familias que educan en casa o que no, hacemos diversas excursiones, salimos a la compra, al parque, hablamos con familiares, amigos y vecinos, apuntamos a nuestros hijos a música, idiomas, deportes, nos juntamos en casas de otros para convivir, recibimos visitas, vamos a una iglesia, a clubs, a grupos que practican tal o cual pasatiempo. Y en la semana vamos a la biblioteca, leemos con los hijos, dibujamos, cocinamos, hacemos cuentas con ellos, les ponemos problemas, aprendemos sobre mil y una cosas para enseñarles o motivarles, hacemos experimentos con ellos, buscamos otras personas, tutores, lugares donde puedan continuar o desempeñar sus talentos y sus inquietudes. Empezamos a integrar el aprendizaje con la vida de la misma manera que hacen en colegios prestigiosos por todo el mundo. Desde el “homeschooler” más estricto hasta el “unschooler”, lo que sí tengo presente es que todos los padres que prescinden del colegio sienten una responsabilidad muy fuerte y muy seria de fomentar el aprendizaje en sus hijos, de brindarles las mejores oportunidades, de caminar esta senda con ellos de manera personal, comprometida y en muchos casos pública para que otros se inspiren, juzguen, analicen y sepan que SÍ, se puede educar y aprender fuera del aula al igual que mucho de lo que aprenden los niños que van al colegio ocurre en la vida, en familia, en todo lugar. Igual que los niños cuando la campana toca el final del día, siguen socializando. Se puede prescindir de las horas de colegio sin menoscabo en el desarrollo emocional o intelectual. De hecho más y más familias lo hacen contra corriente, a pesar de las dificultades que enfrentan, afrontando denuncias, desprecio, críticas ponzoñosas sin fundamento, acusaciones de locura cuando esto es simplemente una opción que ha existido, existe y existirá, no importa cuánto voceen algunos.
En artículos consiguientes seguiré aportando mis experiencias y reflexiones sobre esta opción, y espero con ello acercar al lector al mundo de la educación en familia para dar a conocer otros ángulos y aspectos de esta alternativa educativa.

Texto compartido por Silvia Morales-Cachia